«Cocote» es el nombre de una historia fílmica dominicana, de 2017, seleccionada por el país para Mejor Película en Lengua Extranjera en la 91ª edición de los Premios Óscar, aunque no fue nominada. Su desarrollador, el director creador de la pieza, Nelson Carlo de los Santos Aria, tenía una idea muy clara de cómo NO quería contar su historia, y ayudado por la técnica, el lenguaje y las diferentes formas existentes en la comunicación, hizo precisamente eso.
«Cocote» es una película que tiene una perspectiva dominicana. Podremos viajar por todos los países del mundo, a cada una de las ciudades y pueblos habitados y será imposible que podamos ver una obra que haga semejanza o similitud del producto creado por Nelson.
En un mundo donde el cine está contaminado por la visión comercial que juzga solo por el éxito de taquilla y fenómenos de venta provenientes de enlatados añejados, cintas recicladas y la creatividad puesta en hibernación a temperaturas bajo cero, «Cocote» es una historia simple.
La historia cuenta el diario vivir de muchos dominicanos procedentes de comunidades rurales, cuyas raíces culturales, aún permanecen casi intactas ante el monstruo de la globalización.
Alberto pudiese ser el mismo Alberto hoy, como podría haberlo sido hace 30 años.
«Cocote» no es un blockbuster que busca copiar la mirada norteña para relatar las cosas. Esta obra nos muestra de una forma casi desnuda, una realidad de un universo paralelo que existe frente a nuestras narices, aunque muchas veces queramos pretender que no es real.
Aplausos para la propuesta porque entiendo que debe servir de referente al cine dominicano, porque los creadores dominicanos deben hacer exactamente eso, deben olvidarse de otras visiones, incluso, deben olvidarse de Cocote, para así poder ver con sus propios ojos y mostrarnos una nueva visión, una visión referente a nuestra identidad.
Entonces, ¿es «Cocote» el “Masterpiece” dominicano que tanto hemos estado esperando? y aquí es precisamente donde me ganaré alguno que otro enemigo, porque «Cocote» debe ser visto por todo el mundo, por lo menos una vez, como un ejemplo de lo que se debe hacer y también, de lo que debemos evitar a toda costa.
Que algo sea original, no lo hace necesariamente bueno. Puede marcar una línea o parámetros para la creación de futuras piezas, pero no por eso cumple con los mejores criterios de estética.
En este caso, la obra en cuestión, cae como una pieza experimental que precisamente por su condición, peca de excesos y quizá abusos extravagantes, cometidos durante el proceso de su concepción visual.
«Cocote» puede ser vista con una tijera, con la cual cortamos los tramos innecesarios para la trama, los excesos de folclor repetitivo donde su búsqueda de crear la sensación de paso del tiempo, nos hacen perder el tiempo.
Para apreciar una escena, solamente hay que ver la escena, pero al momento en que esa escena se convierte en un loop infinito de discurso pseudo-activista, profesando una cultura que es tan ajena como aquella impuesta por los colonos de aquel
entonces, ya no estamos viendo una escena, estamos frente a otro discurso de adoctrinamiento más.
La diversidad cultural es bella, pero desde mi plano personal, comprendo que hay diferentes maneras de expresarla, con gracia, belleza y realeza, con su claridad y oscuridad, sin tener que saturar a la audiencia de su faceta mas superficial y banal.
Espero ver mas piezas de Nelson Carlo en el futuro. Me interesa ver cuál ha sido su evolución desde ese entonces.