Una persona tóxica es alguien que de forma regular realiza acciones y ha adquirido comportamientos que hieren mentalmente a los demás, afectan negativamente vidas ajenas y drenan energías.
Con semejante definición, seguro que ni se te pasaría por la cabeza ser alguien así. La mala noticia es que existen 2 tipos de personas tóxicas.
Por un lado está la gente que es tóxica: son personas que ya tienen esa forma de ser en sus rasgos y es difícil que quieran rectificar. Y luego están los que actúan de forma tóxica: no quieren hacer daño, pero sus comportamientos y hábitos acaban hiriendo a los demás.
Así que es posible que, debido a la rutina o estilo de vida que has elegido, estés actuando de forma negativa para otros sin ser consciente de ellos.
La buena noticia es que siempre se está a tiempo de rectificar. Solo tienes que aceptar tus errores e iniciar un camino diferente.
Para ayudarte con este proceso, aquí tienes 9 comportamientos típicos de una persona tóxica según mindbodygreen. Cada apartado tiene una solución para que inicies tu senda hacia una forma de vivir más virtuosa y positiva.
1. Siempre eres sarcástico
El problema: de tanto en cuanto dar un «zasca» dialéctico y rematar con una risilla sardónica no está mal, sobre todo si has sigo ingenioso. Pero demasiado sarcasmo se acaba convirtiendo en un veneno para oídos ajenos. Drena energías, desestabilizar conversaciones y normalmente acaba invocando el desacuerdo o el enfado.
La solución: Antes de abrir la boca, pregúntate: «¿Cómo me sentiría si estoy compartiendo algo de mi vida o de mis pensamientos y alguien me diera una respuesta así?».
2. Te cuesta encarar el conflicto
El problema: a nadie le gustan los conflictos y los problemas, pero son necesarios para mejorar como persona y para avanzar. Huir de lo que te dicen, cambiar de tema, enfadarte cuando te indican algo a mejorar… todo esto te acaba doliendo a ti y a los demás.
La solución: recuerda que las conversaciones conflictivas suelen ser más terribles en tu cabeza que en la realidad. Si tienes que encararte a un enfrentamiento verbal, piensa «¿Cómo puedo responder de forma que sea amable y útil a la vez?».
3. Compites constantemente
El problema: si cada vez que alguien te comenta un problema o un logro respondes diciendo que tú has sufrido (o disfrutado más), significa que te estás tomando la vida como una competencia eterna. Quizás no lo sabes, pero te indignas creyendo que te están retando y por eso no puedes evitar ponerte siempre por encima.
La solución: piensa que la sinceridad es tu mejor arma para ser querido y valorado. Admite que no sabes algo, o deja de lado el foco del protagonismo para atender a un amigo en apuros. Piensa: «¿Qué querría que me dijeran después de haber revelado este problema?».
4. Todo es una broma
El problema: intentar hacer reír siempre provocará que los demás teman revelarte sus molestias, o puede que se acaben enfadando porque no les tomas en serio. Si lo haces casi siempre, medita si se debe a que te da miedo encarar una situación presente un tanto conflictiva.
La solución: si vas a decir un chiste o un comentario gracioso porque te sientes incómodo con la conversación, sé honesto y dilo. Es mejor ser respetuoso que convertir un momento de apoyo en una sesión de monólogos.
5. Quieres arreglarlo a todos y a todo
El problema: No es malo ir al rescate de alguien de tanto en cuanto, sobre todo si hablas desde la experiencia. Lo que ocurre es que muchas veces la gente quiere ser escuchada y no arreglada como si fuera un mueble mal colocado. Explicar siempre qué deben hacer los demás puede hacerles sentir peor de lo que estaban inicialmente.
La solución: reconoce que la gente muchas veces no busca soluciones sino un hombre sobre el que apoyarse un rato. Si realmente quieres aportar algo, empieza preguntando: «Tengo una sugerencia. ¿Quieres oírla?». Respeta la respuesta.
6. Buscas problemas para gozar de la atención que recibes
El problema: casi cada semana tienes el gran drama del momento que explicas a todas sus amistades. Y cuando estas te ofrecen soluciones, o las rechazas maleducadamente o te enfadas. Al final, acabas siendo sinónimo de negatividad, se te hace menos caso y lo intentas arreglar con problemas más graves.
La solución: deja de depender tanto de los demás y decide ser el responsable principal de tus problemas. Verás que la energía que gastabas en llamar la atención te ayuda a resolver entuertos y a brillar con luz propia.
7. Enumeras los defectos de los demás sin parar
El problema: crees que si reúnes a todos tus amigos para hablar seriamente con una amistad sobre su problema, lograrás que esta persona despierte. Pero lo único que consigues es hundirla más, desmotivarla y avivar la frustración.
La solución: si no te gusta la actitud de alguien, no conviertas su existencia en una caza de preguntas. Di con honestidad: «Me he dado cuenta de un cambio en ti y me gustaría hablarte sobre este tema, si quieres». Respeta su respuesta.
8. Ordenas cambios de mentalidad cada 2 por 3
El problema: una de tus amigas está triste porque ha dejado el novio tras descubrir una infidelidad. Y le respondes con un «Deja de estar triste», o «No pienses en él» o «Sé más lógica». En la teoría todo esto se sostiene, pero en la realidad le estás negando emociones y eso la hace sentir socialmente inaceptable.
La solución: la única forma de pasar por una serie de emociones negativas es sentirla. Así que en lugar de pedir a alguien que deje de sentir, considera, si quieres y puedes, estar a su lado mientras pasa por este mal trago. Tarde o temprano encontrará su respuesta por su propia cuenta.
9. Tratas de convencer a todo el mundo
El problema: lees un nuevo libro de autoayuda, descubres una lección de vida que te encanta y la prodigas a los 4 vientos. Te enfadas si alguien te lo cuestiona y respondes enviando por WhatsApp a diario artículos e imágenes para convencerle de que siga tu forma de pensar. De nuevo, esta actitud incomoda a tus cercanos y es una táctica invasiva.
La solución: no eres el terapeuta, el entrenador o el coach de tus seres queridos. Si quieren usarte de modelo a seguir, lo harán por su propia cuenta. Cuando estén listos y te pregunten proactivamente por esa dieta milagrosa que has conocido, entonces sí: puedes echarles una mano.
Tomado de Business Insider